sábado, 21 de febrero de 2009

Unamuno en Mallorca




También pasó por la isla y por Valldemossa don Miguel de Unamuno (Bilbao, 1864-Salamanca ,1936). En su obra "Andanzas y visiones españolas" describe el autor sus viajes por tierras españolas, sin escatimar en ingenio y en vocabulario; como un auténtico maestro de la literatura que fue, nos cuenta lo que sus ojos ven y cómo lo siente. Ese viaje a la isla de Mallorca, en 1916, Unamuno lo describe así:
"Apenas terminadas las tareas del curso, me vine a esta bendita tierra de Mallorca-una de las pocas de España que no conocía- a descansar un poco." Es decir, don Miguel de Unamuno vino a descansar y a hacer un poco de turismo por "la roqueta" como él la llama, pues así había oído nombrar a la isla a los lugareños. Continúa narrando una excursión a Manacor y cómo ve a sus gentes:
" ¡Hermosa tierra para envejecer despacio!; y es de hecho la parte de España, esta España insular, en que a más altas edades se llega. Es donde más viejos sanos y bien conservados se ve. Anteayer, día de Corpus, estuve un rato contemplando en la plaza de esta ciudad de Manacor a un grupo de ancianos que, sentados frente a un café, esperaban el paso de la procesión. Y era algo para apegarle a uno a la vida que pasa, a la vida de todos los días, a una vida pacífica, y, por decirlo así, insular, la visión de aquel pequeño senado de ancianos que esperaban lo que durante tantos años han visto y siempre igual. Porque esa procesión es la misma de que formaron parte, acaso llevando en andas uno de los pequeños santos -las imágenes son muy pequeñas- hace cuarenta o cincuenta o más años."
Don Miguel visita las cuevas del Drach y queda extasiado ante la belleza subterránea:
"Aquel maravilloso laberinto subterráneo de fantásticas salas con artesonados de estalactitas y pavimento de estalagmitas, que a las veces, juntándose, forman caprichosas columnas, en que el juego de las concentraciones calcáreas finge monstruos que trepan por la fusta."...
"Pero lo extraordinario de las cuevas del Drach son las aguas subterráneas, las aguas tenebrosas y quietas que allí dentro descansan. Es tal su quietud y su transparencia que no se las ve. El guía tiene que advertiros de que no deis un paso en tal dirección si no queréis meter el pie en el agua, y aun advertido uno se hace imposible descubrir la línea de la sobrehaz donde toca las piedras...
Sólo de tarde en tarde una gota desprendida de alguna estalactita rompe levemente la quietud del agua y el silencio absoluto de aquellas tinieblas. La gota de agua cargada de cal que cae del techo, atraviesa el agua muerta e inmóvil y va a depositarse bajo de ella, en la estalagmita que desde hace siglos aguarda fundirse un día, en columna, con su compañera."

Mas las descripciones más bellas, de la naturaleza que encuentra a su paso por la isla Unamuno, son las que hacen referencia a los
olivos de la sierra de Tramontana:
"Aquel olivo que lleva su copa como una enorme cornamenta enramada y se tiene en el suelo con sus cuatro patas; aquel olivo como un monstruo paleontológico, ¿es que se agarra a la roca o es que quiere desprenderse de ella?
Esos olivos han vivido, y como todo lo que ha vivido y no sólo vegetado, tienen su historia. Y como todo lo que ha vivido y tiene historia son yos, son personas, cada una de ellas con su fisonomía, con su carácter, con su alma. Ancianos ermitaños cobran esos olivos toda su alma como los hombres la cobran, cuando las arrugas les surcan la frente, cuando las mejillas se les retuercen, cuando las barbas les blanquean, cuando tiene cada uno sus pliegues...
y habla de los almendros...
Junto a Santa María, en el llano de esa roqueta de Mallorca, vi un almendro que es para el arboricultor una maravilla. Están los almendros en correctísima formación, como un regimiento bien instruido y disciplinado, guardando escrupulosamente la fila. Y son todos iguales, exactamente iguales, aquellos reclutas de la arboricultura. Cada uno con sus tres grandes ramas; todos bien esponjados para que el sol llene sus copas. Puesto uno en una fila y enfilándolos con la mirada sólo ve al primero, que cubre por entero a los demás de la fila."

Esta tarde cuando el sol caía en la quietud de los campos de Manacor, viendo los almendros, me acordé de Unamuno...lo imaginé descubriendo este paisaje y captándolo con su pluma. No hace mucho, un siglo apenas, él anduvo también por aquí.

2 comentarios:

  1. Γεια σου και πάλι, κούκλα:

    Vaya, vaya... ¡Unamuno también! Tampoco tenía ni idea del paso de don Miguel por la isla (claro, como nunca me he leído sus "Andanzas y visiones españolas"...) Muy hermosos los fragmentos que nos ofreces.

    ¿El próximo será, quizás, Robert Graves?, ¿Cela?...

    Ευχαριστώ πολύ!

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  2. Hola Nikos
    Graves y Cela son para tomarlos con mucha calma...ellos vivieron aquí, no sólo se dieron un paseíto como Unamuno. Graves cultivaba también nuestra afición a Grecia. Hay mucho Graves y ...hay mucho Cela.

    un abrazo,
    María

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