viernes, 25 de marzo de 2011

La anilla del burro













Aún se conservan las argollas en las fachadas, como si el burrito tuviera que regresar. Se pueden ver las anillas oxidadas, en completo desuso, representando otros tiempos que no hace mucho se viveron en los pueblos. Apenas hace 20 años todavía quedaba algún vecino que aparcaba al burro delante de la puerta cuando volvía de las faenas del campo. No eran muchos ya, pero pertenecían al paisaje urbano y nadie se sorprendía al verlos. El asno formaba parte de la familia y era imprescindible en la vida doméstica rural. El pollino, tan apreciado y tan noble, ha salido definitivamente de las calles aunque se sigue conservando alguno por algún propietario nostálgico en el extrarradio. En las tardes de verano, cuando descanso en mi terraza con vistas a los campos, llega hasta mí , de vez en cuando, un rebuzno lejano y solitario.
Mientras, las anillas esperan, por si aquellos tiempos tuvieran que volver.

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