miércoles, 4 de marzo de 2009

Chopin en Mallorca








El aire se insinúa con olor a limón y naranjo, las nubes viajan rápidas e hinchadas en un azul resplandeciente, y van cubriendo, poco a poco, el azul con su presencia. El viento silba furioso buscando rendijas por las que colarse, húmedo de brumas marinas. Avanzan la tarde, las sombras, la llovizna. Dentro del noble edificio, la presencia intangible de los monjes cartujanos se hace sentir. Los pasillos de techo abovedado devuelven el sonido sordo de pisadas pasadas. Las celdas son de gruesos portones de madera y amplio agujero de cerradura para el llavón, tras el que acecha un ojo indiscreto, inquisidor.

Pronta es la caída de la noche invernal, oscura, fría, silenciosa, y en ese silencio se extienden las notas del piano de Chopin, amortiguadas por los anchos muros de arenisca.

El moho trepa tenaz e imperceptible por las paredes, la enredadera del jardín se asoma a la ventana; tras la enredadera, la niebla cae húmeda y espesa sobre Valldemossa. Más allá del monasterio, el pueblo de casitas de piedra, impregnadas de esa niebla oscura que se ha adueñado del paisaje, que se ha tragado todo el valle. Los payeses, junto a la hoguera de sus chimeneas, comparten sus recelos hacia los extraños visitantes y alimentan sus leyendas.




En el invierno de 1838, llegaron a Mallorca el compositor Frédéric Chopin y la escritora Amandine Aurore Lucile Dupin, George Sand, acompañados de los dos hijos de esta. Los motivos del tortuoso viaje fueron debidos a las recomdendaciones del médico del compositor, que les aconsejó el clima de la isla para ayudar a recuperar la frágil salud de Chopin. Por aquel entonces la ciudad de Palma apenas disponía de alojamientos para visitantes, el turismo era prácticamente inexistente, y el compositor y sus acompañantes se alojaron en Son Vent(Establiments), una casa de campo a las afueras de Ciutat. Pocos días después fueron expulsados de la finca, debido a que el dueño de la "possessió" intuyó que el mal que aquejaba a Chopin tenía un temible nombre, tuberculosis.

El 15 de diciembre se instalaron en la Real Cartuja de Valldemossa, un pueblo situado en la hermosa Sierra de Tramontana, donde permanecieron hasta el 12 de Febrero de un invierno crudo y lluvioso mallorquín. El rechazo de los habitantes hacia ellos ha quedado reflejado en la obra de George Sand, "Un Invierno en Mallorca" donde la escritora "que vestía como un hombre" describe el paisaje que les acoje como uno de los más maravillosos que jamás había visto.
La salud de Chopin se resintió entre los antiguos muros del monasterio. Aún así, y a pesar de su delicado estado de salud y sus ataques febriles, no dejó de componer en su piano, un Pleyel que se hizo traer contra viento y marea y que aún se exhibe hoy en la celda nº 4 de la Cartuja de Valldemossa, un pueblo donde hoy se venera al artista.


"Todo cuanto puedan soñar el pintor o el poeta lo ha creado la naturaleza en este lugar". George Sand.

2 comentarios:

  1. Καλησπέρα, Κούκλα:

    Claro que sí. Faltaba Chopin, don Federico. Estuvo allí un muy breve período de tiempo y hay que ver la huella que dejaron el compositor y la escritora. Una huella tan profunda que es ya imposible separar los nombreσ de Chopin y Valldemosa.

    Felicidades por el post.

    Τα λέμε!

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  2. Γεια σου Νίκο
    Por aquí también estuvo Chopin con George Sand y no lo pasaron muy bien por lo visto. Pillaron muy mal tiempo :-) Y es que estos climas mediterráneos engañan mucho...con la humedad, a 5 grados, pasa uno un frío tremendo.
    supongo que en Alicante también.

    un abrazo, María

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